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  Coordinador de Sub Zonas y Unidades
 

LA FUNCIÓN DEL PENTATHLÓN EN LA SOCIEDAD

 

Por:

1er. Oficial De Cadetes de Infantería

M. en D. Jesús Alfredo García Eng

Jefe de la Sección de Coordinación de

Subzonas y Unidades del EMZ

 

 

La historia sobre el origen del Pentathlón Deportivo Militarizado Universitario está enmarcada en una sociedad cada vez más pobre en valores y principios, de jóvenes rebeldes y desorientados, carentes de ideales, inmersos en un mundo de conflictos bélicos entre países.

 

Más de 70 años han transcurrido y la juventud actual parece encajar con toda precisión en esa descripción, lo que me conduce a varias reflexiones, de las cuales haré alusión específicamente a dos, una como consecuencia de la otra:

 

(1)   Considerando que aquellos fundadores son ahora nuestros padres y abuelos, quienes a su vez tienen hoy el mismo concepto acerca de los adolescentes actuales, ¿es entonces peor la sociedad de este tiempo?

(2)   Partiendo de ese enfoque, ¿cuál ha sido el nivel de congruencia entre nuestros objetivos institucionales y los personales? Expresado en términos más claros: ¿las personas que integramos y dirigimos el PDMU hemos actuado siguiendo los mismos objetivos que la institución a la que representamos?

 

Naturalmente, podemos decir que el Pentathlón es solo una organización cuyos alcances son en la práctica insuficientes ante la abrumadora cantidad y diversidad de mexicanos, por lo que todo el esfuerzo constante de más de siete décadas solo constituye un “granito de arena” y que, además, hay que considerar las circunstancias, como la influencia de los medios de comunicación, las modas, etc., lo cual es una abrumadora e indiscutible realidad.

 

Sin embargo, precisamente porque el contexto en general está fuera de nuestro control, nuestra principal preocupación es lo que sí podemos hacer: perseguir el ideal de una mejor Patria, a través de una realidad alcanzable que es la formación integral de los pentathletas. El Pentathlón, es decir, todos nosotros, tenemos que actuar congruentemente con lo que está escrito por quienes nos antecedieron, cada uno desde el campo de acción relativo a la función que le ha sido asignada.

 

Al participar de esta grandiosa organización, sustentada en los más puros ideales, adquirimos compromisos autoadministrados, que implican trabajo colaborativo y -por cierto- sin remuneración material. Al mismo tiempo, como resultado de la constancia, experiencia y conocimientos, la institución nos otorga jerarquías con las correspondientes facultades de mando sobre otros con menor nivel en el escalafón interno.

 

Justamente éste es el hecho que a mi criterio desencadena en confusiones que en ocasiones nos hacen perder de vista el rumbo de las finalidades establecidas en el Código Fundamental. Como seres humanos, tenemos la necesidad natural de ser reconocidos, por lo que al asumirnos con determinada autoridad resulta difícil no dejarse atrapar por el subyugante poder de hacer que los demás nos obedezcan, olvidando que el mando que se adquiere junto con la jerarquía o cargo, es únicamente una herramienta que en el Pentathlón nos ha sido otorgada como medio para dar cumplimiento a su función social.

 

 

Un líder no debe prescindir del mando que toma por su cargo o jerarquía. Su autoridad se gana con acciones que hagan saber a los subalternos su valer como persona y como guía.

 

Por eso, nuestra obligación como pentathletas es la de preservar los objetivos que nos dan razón de ser como institución. Cada acción de mando, la toma de decisiones, la eficacia en el cumplimiento de las tareas, las enseñanzas, el respeto mutuo, el ejemplo en primer plano, son las que van construyendo la imagen del liderazgo que a su vez será motivación para que continuamente se sumen más y más voluntades, formando una creciente cadena de formación de buenos ciudadanos generación tras generación.

 

¿Cuál es entonces nuestro rol en la sociedad, como institución cuya razón de ser es luchar por la grandeza de la Patria?

 

Desde mi perspectiva, adquirida a través de casi 30 años continuos de formación de jóvenes, el Pentathlón no debe limitarse a preparar para México mejores mexicanos, pues ya mencioné al principio que nuestra proporción en el entorno nacional hace que parezca muy pobre ese hecho. La tarea debe enfocarse a la producción de líderes que con su fuerza moral se constituyan en verdaderos agentes de cambio en sus respectivas áreas de desarrollo personal y profesional, impulsando a otros hacia la superación individual y colectiva.

 

Para ello, cabe cuestionarnos sobre cuáles son nuestros motivos personales que nos mantienen dentro de esta organización y cabe también hacer una autoevaluación de nuestra actuación como pentathletas.

 

¿Son nuestros procedimientos congruentes con lo que enseña y persigue el Pentathlón?

 

PATRIA, HONOR Y FUERZA

 
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